A mediados de Septiembre empecé a jugar. Como las instrucciones del juego animan a buscar una calle en tu ciudad yo lo hice en la ciudad en que había nacido (y así junto a mi nombre de usuario aparecería mi amada ciudad).
Estaba casi todo vendido y solo pude comprar 2 calles muy cortas y luego me pasé unos días haciendo ofertas por otras calles en la misma ciudad.
Por entonces, tenia la idea de que trataría de dominar mi ciudad. Gran error, aunque ofreciese el 50 % más; casi todos rechazaban mis ofertas después de pensárselo 5 días.
De manera que mi dinero se encontraba retenido en esas ofertas y mi capital crecía muy poco.
Cuando me llegó mi primer tarjeta de construir una fabrica lo hice por pura envidia en una de las calles de mi ciudad que más me gustaban y luego demolí un edificio a otro vecino.
La venganza de mis compatriotas no se hizo esperar y lo pasé bastante mal. Pronto aprendí que si quería avanzar debía descartar esas tarjetas a menos que me sirviesen para demoler las fabricas que ya echaban humo en mis calles.
También me dí cuenta que si todas mis calles eran minúsculas pagaría muchos impuestos.
Llegado a este punto (después de un mes) decidí abrir una segunda cuenta y llevar a la practica mis nuevas intenciones.
En esa nueva cuenta, primero traté de buscar calles largas, aunque fuese en el desierto de Nevada (cuantos menos vecinos mejor). No ataqué a nadie y descarte esas tarjetas que me incitaban a una violencia estúpida.
Seguí manteniendo mi primera cuenta con los mismos propósitos y luego de un tiempo mis enemigos se olvidaron de mi; quizás tendrían nuevos enemigos y todavía seguirán dándose ostias en aquella ciudad de mierda.
(IR A LA SEGUNDA PARTE DE ESTE RELATO)
lunes, 30 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Tu comentario sera publicado en breve.